Un día me puse a pensar en cuanto mas complicada es la vida con el misterio de la muerte al final de todas y cada una de las historias. Digo, nacemos sabiendo que nos vamos a morir, dejamos de hacer cosas pensando en que nos puede pasar en cualquier momento. Por ejemplo, me encantaría poder tirarme de un paracaídas un día. Me encantaría disfrutar de la caída, sentir que puedo volar, que por un instante la naturaleza no me domina. Hoy no puedo, porque tengo miedo de morirme de un susto en la caída. Sin embargo, no me asusta terminar de comer un pote lleno de helado, porque sé que al final, triste pero intrascendente, se encuentra un recipiente de telgopor. Sabiendo eso, disfruto todas y cada una de las cucharadas que doy y no me preocupo por terminarlo antes o después. Esa es la sutil diferencia entre saber o no el final. Nunca iría a ver una película de miedo porque sé que me voy a asustar y no me gustan. Conozco el efecto que produce en mí una película de miedo.
En cambio la vida… la vida es algo que no juega limpio. Nadie me dijo si quería jugarla y acá estoy, sin más remedio, viviendo, intentando ser mejor, superarme, destacarme. Enamorándome del humo, llorando mil veces, lamentando no haber sido el que no soy, y llenando mi pecho al verme ser el que casi quise. Intentando reír sabiendo que no siempre lo logro. Pensando, mirando, hablando y no dejando hablar. Escribiendo sin mirar, mirando sin decir. Creciendo. Intentando copiar de todos lo mejor, a veces probando ser peor, sintiendo la derrota, recordando un beso, un gesto, una penitencia, una mala tarde, mi primer álbum de figuritas, mi primer auto, un desencuentro, una lágrima que guardé pensando volver a usarla, intentando ganar, perder, ganando, perdiendo, perdiendo, perdiendo. Pero la vida no me dice para qué.
No me explica qué gano si gano, qué pierdo si pierdo. Tampoco qué pierdo si gano y qué gano si pierdo. No me dice si vale la pena vivir mucho para morir poco o vivir poco y disfrutar de la muerte. No me cuenta qué tengo más allá, si me puedo llevar un disco de Floyd o si me van a tocar en vivo todos los días. O mejor aún, si yo voy a poder tocar con ellos. Me deja siempre con la duda… y entonces me cuesta distinguir qué sentimiento debo usar en cada caso.
Seguro que sería más sencillo que nos explicaran qué pasa después de la vida de antemano. Que fuera una de las tantas etapas por las que pasa todo el mundo sin tanto preámbulo ni misterio. Sin congregaciones de gente lucrando alrededor de la muerte, sin cuestiones de fe, Mesías que vienen a salvarnos ni otros por venir. Sabiendo que lo que sufrimos por quienes se mueren tiene sentido, o no. La incertidumbre debe ser una de las sensaciones que mas afecta a los estados de ánimo. No saber realmente si me tengo que cuidar de no hacer cosas malas para poder ganarme el cielo, si matar es pecado o realmente un favor al prójimo. Si tengo que seguir teniendo ganas de vivir o estoy siendo un iluso soñador. Definitivamente la vida no es un juego y si lo es, sus reglas fueron hechas para disfrutar viéndonos jugar.
Lamentablemente creo que no voy a poder ver el día en que se acabe esta mentira y descubramos la forma de volver de la muerte, contar lo que pasa allá y arruinar esta patraña mal barajada. Seguro para ese entonces ya esté muerto, y no quiera volver. Y no lo digo porque sepa qué voy a estar haciendo en ese entonces sino porque sé lo que voy a hacer de acá hasta que me muera: vivir todo lo que pueda sin dejar de hacerlo por un minuto y sin olvidarme de nada al pasar.
No sé qué hay después de la muerte, pero sé que no me gusta caminar por donde ya pasé. Me voy a preocupar entonces por no dejar frase sin decir, baile sin bailar, sensación por sentir, música qué escuchar ni gente por admirar. Voy a regalar cada vez que pueda una caricia y si o si a reclamar algo a cambio de igual valor.
Una última cosa me puse a pensar. Quiero que nadie me moleste cuando me tenga que morir, que nadie insista con hacerme regresar. Quisiera que nadie me llore. Quiero que alguien me envidie, que vengan pocos, que no apaguen los celulares, que fumen si quieren, que griten y cuenten chistes malos, que no dejen sentar a las viejas ni a las embarazadas, no sé, no me va a importar, pero que sí o sí una mujer que se ocupe de enamorarme en vida, me sonría por última vez y me grabe en las pupilas esa imagen para que me acompañe por siempre. No soporto estar solo, ni siquiera muerto.
Nicolás Calcagno
Abril 2007
viernes, 13 de junio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario